Había visto mucha gente rara en su vida, pero a nadie con este color tan peculiar de piel. No podía entender como caminaba por la calle, sin sentirse discriminado. Luego se dio cuenta que solo él era el que veía algo raro en este señor, todo el mundo pasaba por delante de él sin inmutarse. Nada que él tuviera parecía molestarle a la gente, o sorprenderle siquiera.
Caminaba por la calle tranquilamente, como cualquier persona. Pero Gabriel sabia que algo malo iba a pasarle. Este hombre no sabía cuál sería su destino, Gabriel sí.
El cielo comenzó a cambiar. Se tiño de rojo. La gente comenzó a caminar más rápido. Todos lo miraban a él, que caminaba tranquilo por la calle. ¿Por qué van tan rápido? Ya corrían. Lo señalaban. Una señora se paró delante de él. Lo miró fijo a los ojos.
-No puedes hacer nada y lo sabes.
Y siguió corriendo.
Sonó el despertador. Se sobresaltó un poco al despertarse, pero en el fondo, sabía que estaba teniendo un sueño, y que no faltaría mucho para escuchar el sonido de la alarma.
Se levantó y fue al baño. Se lavó la cara y se quedo mirándose al espejo. Respiro profundo. No podía dejar de pensar. Su cabeza trabajaba a mil revoluciones por minuto.
Ella era especial. Había hecho excepciones con otras personas antes, lo cual le trajo muchos problemas, pero con ella era necesario seguir intentando. Sabía que no debía, pero ella le impedía pensar con claridad.
Anabela estaba en contra de cualquier cambio en la realidad, pero ella no entendía, ella no tenía ese don, esa maldición. Sus poderes, eran diferentes a los de Gabriel, el debía lidiar con lo correcto, lo moral, todo el tiempo. Como lo decía su madre cuando se dio cuenta de los poderes que había desarrollado: “una bomba de tiempo” “el más poderoso de todos nuestros poderes, y aun así, el más peligroso”.
Luego de haber tenido que lidiar con varios episodios de incertidumbre en cuanto al futuro del mundo, por haber usado sus poderes de manera descontrolada, supo entender que debía controlarlos mejor, que debía pensar antes de hacer las cosas. Le tomó años de trabajo y dedicación poder hacerlo. Entendió que podía cambiar algo, podía ayudar a alguien, pero a veces las consecuencias podrían ser terribles. Entonces dejó de hacerlo, dejó de usar su poder. Se concentró en aprender nuevos trucos, junto a Anabela lograron que el aprendiera a utilizar otros poderes que los tenía muy guardados. Aunque nunca superaron la adrenalina que le causaba usar los otros poderes, sus poderes.
Termino de cepillarse los dientes y se dirigió al comedor. Anabela siempre se levantaba más temprano para preparar el desayuno para ambos. Se sentó en la mesa luego de saludar a su hermana con un beso y un abrazo. Gabriel no era muy demostrativo con la gente. Conocía a muy pocas personas, no tenía amigos, las pocas personas que lo conocían pensaban de él que era distante, frio e insensible, despertaba murmullos al pasar entre grupos pequeños de gente. Pero él no era de esa manera. Tantos años de esconderse del mundo para proteger a su familia lograron que parezca así. Con su hermana era muy afectivo. Ella se esforzaba mucho para mantener todo en orden. Se ocupaba de la casa, del negocio familiar, de mantenerlos en las sombras para que no descubran sus poderes, se ocupaba de mantenerlos con vida. Gabriel solo traía los problemas a la casa.
-Así que, desestimando todas mis advertencias, hoy te encontrarás con ella. ¿No es así? ¿Cuándo voy a poder estar tranquila y no tener que preocuparme por tus cosas?- le dijo mientras untaba una tostada con manteca.
Gabriel la miró, pero no le contestó. Tomó otro sorbo de café.
-Sí. Te leí de nuevo. No pude evitarlo. Desde que te levantaste que estas pensando en ella y en su encuentro de esta noche. Lo piensas tan fuerte que no se si sale de tu mente o de tu boca a gritos.
¿Qué es lo que tiene? Es una más del montón ¿Por qué le das tanta importancia? ¿Te das cuenta de que es probable que estés cometiendo un grave error? No sabés las consecuencias que esto puede traer, y sin embargo seguís adelante. Realmente no entiendo.
-Si me leerías bien la mente, me entenderías- se levantó y se dirigió a la sala de trabajo.
Ese día se reuniría con ella para hablar, para intentar calmarla, para tratar de hacerla entender. Sabía que mucho no podía contarle, pero lo intentaría sin poner en riesgo su vida. Todavía no podía creer lo que había hecho el día anterior. Nunca creyó que llegaría a contactarse con ella. Parecía tan irreal. La carta, el encuentro esa noche. Estaba superando sus propios límites.
Se sentó en el centro de la sala con el artefacto DICCACEP-DLH (creado por Anabela para usarlo en ocasiones especiales en las que necesitaran saber cosas del futuro a largo plazo que Gabriel no pudiera ver).
No funcionaba.
Volvió a hacer todo el procedimiento.
Tomó el dispositivo, un teléfono celular de pantalla grande, lo acercó a su ojo. Luego de que una luz roja escaneara su pupila, alejó el teléfono para poder ver la pantalla. “Bienvenido nuevamente Gabriel” aparecía ahora en la pantalla. “vuelva a colocar la pantalla cerca de su ojo, e imagínese el cambio a realizar”.
Gabriel volvió a acercarse el teléfono al ojo, espero unos segundos, lo alejó nuevamente y lo colocó en el piso esperando.
-¿Otra vez con lo mismo?- Anabela había entrado en la habitación mientras Gabriel intentaba usar el dispositivo- Ya te dije que si no muestra nada la primera vez que lo intentas, es inútil, no mostrara nada aunque lo intentes miles de veces, no tiene respuesta, puede suceder cualquier cosa.
-O puede que no suceda absolutamente nada.
-Sí, pero no estamos seguros.
-No, no lo estamos. Pero voy a seguir intentando. Sé lo que dijiste, pero avéces las cosas cambian. ¿O acaso yo no aprendí a usar otras habilidades? Quizá el aparato funcione.
-El aparato funciona bien- Anabela se dirigió hacia donde estaba Gabriel y se sentó frente a él en el suelo.
-Yo no lo veo hacer nada- dijo Gabriel irónicamente acercando la cara más al suelo donde estaba el teléfono con la pantalla hacia arriba.
-No hace nada porque no tiene respuesta, eso no quiere decir que no funcione. Dejá de cuestionar mi trabajo, sabes que funciona bien. Al fin y al cabo, tu poder es más poderoso que mi dispositivo y sin embargo tampoco podes ver nada, así que no te quejes.
-Ya lo sé- frunció los hombros.
-Bueno, entonces no te la agarres con migo, porque solo trato de ayudarte.
-Tenés razón, perdoname-Tomó el celular DICCACEP-DLH y lo apagó. Sin embargo se quedó sentado en el suelo.
-No seas tan impaciente, ya vas a encontrar la solución para esto.
-Tanto tiempo reprimiendo mi poder, por miedo de hacer demasiados cambios, intentando concentrarme solo en las premoniciones, tratando de hacer aparecer nuevas habilidades que no fueran peligrosas, años de trabajo y dedicación lograron que pueda controlar mis poderes. Que no tuviera la necesidad de arreglarlo todo, me mantuve ocupado en otras cosas, pero ahora que quiero ayudar a alguien, mis poderes ni siquiera están al cien por ciento presentes ¿De qué me sirvió tanto control si no puedo utilizarlo correctamente? Antes era más peligroso, es verdad, pero por lo menos podía hacer lo que quería, podía cambiar cualquier cosa, sabiendo las consecuencias aun antes de hacer nada. ¿Y ahora? Ahora solo sé que algo anda mal, pero no puedo ver el cuándo, el cómo, ni las consecuencias a corto plazo. ¡No veo nada! ¡¿Por qué ella no me deja ver nada?!- Gabriel estaba agitado, y sudaba. Algunas de las cosas de la habitación estaban flotando en el aire.
-Tratá de calmarte un poco, no va a ayudar en nada que estés nervioso. Todavía no controlás bien tus nuevas habilidades. Mirá lo que estás haciendo. Respirá profundo no te impacientes, ya vas a poder ver algo. Yo te voy a ayudar. No sé qué es lo que tiene esta chica, pero te voy a ayudar, los dos vamos a encontrar la solución. Pero tenés que ser más paciente- mientras hablaba hizo un ademan con su mano y las cosas que flotaban comenzaron a bajar lentamente situándose donde estaban- andá a terminar de desayunar, después vamos a ver qué podemos hacer. Vamos a tener un plan. No nos vamos a quedar sentados. Pero vamos paso a paso. ¿Okay?
-Está bien.
Volvieron al comedor y se sentaron nuevamente.
-Gracias Ani, no sé qué haría sin vos- le dijo mientras ponía azúcar a una nueva taza de café.
Anabela le sonrío-nada, desastres nada más.
-Callate- los dos rieron. Luego se produjo un silencio.
Cada uno volvió a sumergirse en su mente buscando respuestas.
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DICCACEP-DLH : anagrama de las siglas de “Indicador De Posibles Cambios Catastróficos A Causa De Interferir En El Curso De La Historia” con alguna que otra letra omitida por Anabela