domingo, 3 de octubre de 2010

El Fin

El Cielo teñido de rojo. Nunca volverá a ser celeste. Nubes negras.
Todas negras.
Sus manos apoyadas en las rodillas. Sentado en un banco en el parque. A su lado, el amor de su vida. No se lo ha dicho. Nunca lo sabrá. Si antes era difícil, ahora es imposible.
El mundo cambió. Los mensajeros lo anunciaron.
Con tiempo fueron prevenidos, pero nadie creyó. Demasiado irreal para ser cierto.
Cierto al fin.

Mas mensajeros llegaron meses atrás. La gente comenzó a entender. Era tarde ya. El mundo, zona de guerra.

Miles de años atrás, hubo una guerra similar. La disputa: quien poblaría la tierra con su creación. Durante esta guerra, se extinguieron muchas criaturas que ya habitaban el planeta. Ingenuos. Nunca entendieron que pasaba.
El que ganó. El creador. Por muchos años se regocijo con sus hijos. Perfectos.
Pero tiempo después, quien fue su rival principal en la discordia, invadido por la envidia, logro tomar posesión de algunos de ellos.  Consiguió corromper al hombre. Y ya no fueron tan perfectos.

Por miles de años lucharon el bien y el mal. Pero ahora, Dios se ha cansado. Ya no quiere pelear más. Liberó al mundo de su posesión. Y la discordia comenzó nuevamente. Quien sería el nuevo encargado. ¿Debería poblar nuevamente la tierra? ¿Debería eliminar los rezagos de la perversión?
Como todo tiempo de cambio o transición, nadie tiene el control total. Nadie está controlando.  Los días y las noches no son regulares. Los días duran semanas. Las noches meses. Las horas no son medibles. El cambio climático es aun más drástico. Y yo atrapado aquí. Esperando que los demás hagan algo. Nada pueden hacer. ¿En qué estoy pensando? En ella, por supuesto.

-¿Moriremos todos?- Le dijo Graciela a Julio.
-No lo sé. Todo es incierto ahora.
-Abrázame.
El levantó las manos de las rodillas lentamente. No quería abrazarla. Abrazarla lo hacía sentir bien. Pero deseaba más. Mucho más.
La abrazó. Sintió un alivio. Todo encajaba.
-¿Por qué hacen esto? ¿Por qué nos torturan así?
-Soy lo que tú vés. Nada más.
-¿Te seguiré viendo?
-No lo sé.
-Puedes quedarte si quieres.
-No debo.

Sabía que moriría. Pero no podía hablarle. No podía decirle que la amaba. Que moriría. Que el mundo moriría. La solté. Ella me miró.

-No puedo. Lo siento- le dijo.
-¿Qué sucede?
Negó con la cabeza.
-Es más fuerte que yo. No quiero verte sufrir.

Sabía como iba a terminar todo. Ella moriría. Ella dejaría de existir. Nada podía hacer. Las órdenes estaban dadas. ¿Debería decirle? La haría sentir peor. Me haría sentir peor. La guerra había comenzado, y los humanos pasaran a ser historia.

Se levantó.
-Lo siento mucho. No quiero verte sufrir. No voy a verte más. Me iré.
Ella se quedó mirándolo. Mucho no entendía.
Dio unos pasos alejándose de ella. Luego se volteó. Sacó de su bolsillo un arma.
-Te amo. Lo siento mucho. Te amo.
Le disparó. Ella cayó al suelo sin vida.

No podía hacer otra cosa. Hoy es el día del fin. La muerte la encontraría de cualquier manera. Pero mucho más dolorosa. Su alma seria arrancada de a poco. Hice lo que debía. Le impedí sufrir. Ahora debo irme. Me espera trabajo por hacer.

Se elevó en los aires. Desapareció. Debía seguir con sus deberes de mensajero.