lunes, 20 de diciembre de 2010

Jason, el ocupa de enfrente (capitulo 2: "No me vuelvas a seguir")

Valeria no podía dejar de pensar en él. Habían pasado ya tres días desde la primera vez que lo vio enfrente de su casa esa noche. Solo lo había visto una vez, no comprendía porque no se lo podía sacar de la cabeza.

Un día complicado en el hospital me toco hoy. Así empezó el primer párrafo de Valeria.
Para empezar, llegue tarde. Paro de trenes. Tuve que hacer una cola de casi una cuadra para tomarme el colectivo que me dejaría a 15 cuadras del hospital, el cual además de tardar una eternidad, venia lleno de gente y no pude subir. Recién al tercero de ellos pude subir. Ni hablar de ir sentada. Cuando llegue la cosa no mejoró. El paro de trenes terminó mal, la estación de constitución había sido destruida casi por completo por una banda de malvivientes,  y gente que no tenía nada que ver termino en el medio de la pelea y resulto herida. Más de cincuenta ingresados por cortes con armas blancas y vidrios, quemaduras de segundo y tercer grado por bombas molotov,  piñas, patadas, etc. No había lugar para tantas personas al mismo tiempo, así que fue un caos. Y ni hablar de los ingresados con heridas de bala de goma.
Estuvimos corriendo de un lado para el otro las pocas enfermeras que habíamos ido. Ni tiempo para almorzar tuvimos. Después a la tarde se calmó un poco la cosa. Por suerte aparecieron un par de enfermeras más, que habían podido viajar después de que termino toda la cuestión del transporte público, y pude salir a comer algo.

Una ensalada de frutas. Fue lo único que pudo conseguir en cuatro cuadras a la redonda. Se sentó en la placita en frente del hospital. Bajo un arbolito. Estaba exhausta después de semejante mañana. Lo único que quería era sentarse dos minutos por lo menos, a disfrutar de un poco de aire puro. Cuando termino su ensalada de frutas, se levantó, camino un poco por la plaza y se dirigió de nuevo hacia el hospital. Pero antes de cruzar la calle alguien le chisto desde la esquina. Miró hacia el costado para ver quién era, pero no había nadie. Le pareció raro que la calle estaba tan desierta. No había nadie. Solo ella. Un silencio sospechoso reinaba la cuadra. Cuando fue a cruzar la calle vio salir del kiosco de mitad de cuadra a un chico, que después de tropezarse con una señora gorda salió cuasi corriendo. Parecía muy nervioso.
Sin darse casi cuenta de lo que estaba haciendo, Valeria comenzó a seguirlo por la vereda de enfrente. El muchacho caminaba, luego corría, ella corrió también. En un momento se detuvo en seco en una esquina. Estuvo parado más de dos minutos sin moverse. Miro a sus costados como percatándose de que nadie lo seguía, ¿se habrá dado cuenta?, pensó Valeria. Entonces cambió de rumbo y comenzó a correr nuevamente. Las ganas de seguirlo eran inmensas, y no sabía el porqué. Ni siquiera lo conocía. Sacudió la cabeza como tratando de que se le acomoden las ideas por el sacudón. Dio la vuelta y volvió al hospital. No sin dejar de pensar el porqué había tenido ese ataque repentino de fisgona.

A la tardecita estuvo todo más tranquilo. Después de salir del hospital, fui a comprar para comer algo y acá estoy. Después de cenar, como casi todos los días, con mi copita de Gancia y mi atado de cigarrillos, escribiendo lo poco que se me ocurre de mi aburrida vida.

Cuando Valeria creyó que su día había finalizado y levantó la vista de su NetBook para levantarse e irse a acostar, lo vio de nuevo.
Parado, inmóvil. Mirándola fijo. Otra vez había estado siendo observada por ese hombre. Una extraña sensación recorrió su cuerpo. Quería gritarle, preguntarle qué demonios quería. ¡¿Porque la espiaba?! Tomo fuerza y se levantó de la silla. Se dirigió a la cornisa de la terraza para verlo más de cerca. No dijo nada. Se quedo quieta, parada mirando hacia adelante. Estaba aterrada, no sabía qué hacer.
En ese momento se movió, el hombre se agachó, tomo una piedra y la arrojo hacia la terraza de Valeria. Cayó justo en los pies de ella. Inclinó la cabeza y vio que la piedra estaba cubierta por un trozo de papel. Se agacho para recogerlo. De cuclillas en la cornisa de la terraza de su casa, leyó lo que el papel envuelto en la piedra decía. Sin levantarse del piso miro hacia el edificio en construcción nuevamente. No había nadie. Otra vez. Desvanecido en un segundo.
En ese momento una lechuza paso por donde ella recién estaba parada chillando y aleteando a toda velocidad. Su corazón casi se le sale por la boca. Se levantó. Tiro el papel a la calle, recogió sus cosas y entro para acostarse a dormir.

En la calle, un silencio nocturno que pocas veces se sentía. Un farol en cortocircuito alumbraba la cuadra en periodos de diez o quince segundos por vez.  Y un papel tirado en la zanja, consumiendo de a poco sus letras negras por la oscuridad del agua, que hacía pocos minutos se dejaba leer: “No me vuelvas a seguir

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Jason, el ocupa de enfrente (capitulo 1: cuando lo vio por primera vez)


T
odo comenzó una noche de diciembre. Valeria, como casi todas las noches, subió a la terraza de su casa para tomarse un vasito de Gancia, mirar las estrellas y escribir algunas líneas en su netbook.  Ella vivía en la zona sur del Gran Buenos Aires, en una zona bastante céntrica a pesar de estar un poco alejada. Su única manera de ver un poco de naturaleza era subir a su terraza a la noche para ver el firmamento y disfrutar del aroma de las plantas en macetas desparramadas por todo el techo. Esa noche, estaba con mucha tensión sobre su cuerpo, adquirida luego de una jornada laboral bastante cansadora. No solo por el tiempo que pasaba en su trabajo, sino también por la clase de gente con la que tenía que relacionarse. Sin ninguna otra opción que tener que soportar todo el día las indirectas, el sarcasmo, el mal humor y pocas ganas de vivir el día con algo de ánimo de sus compañeros.
Esa noche, subió a la terraza de su casa con su infaltable vasito de Gancia, su NetBook y un atado de cigarrillos, uno ya encendido en su boca.  Aspiro profundo el aroma de los jazmines. Levanto su cabeza y miro el cielo estrellado. Gracias a dios, pensó. Estuvo un rato largo mirando, hasta que supo que si bajaba la cabeza rápidamente se marearía. Entonces se sentó en su reposera con su máquina en las rodillas y comenzó a escribir. Le gustaba escribir cuentos o novelas cortas, pero la mayoría de las veces terminaba contando lo que había sucedido esa semana en su trabajo. Un hospital tenía muchas cosas que contar. Más de una enfermera como ella.
Sola, sin mascotas. Hija única. Padres viviendo en el interior del país gracias a un premio millonario, que los hizo cambiar su manera de ver las cosas. Su manera de verla a ella. Pocos amigos, pero muy unidos. Catorce horas de su día en el hospital. Un fin de semana cada tantos para estar con sus amigos. Algunas horas de sueño y un par más para poder relajarse y escribir algo. Bajita, morocha de pelo corto. Prepotente, con aptitudes de líder, aun así, una más del montón. Desordenada pero pulcra. En pocas palabras, Valeria. Pero desde ese día, iba a cambiar todo.
Esa noche de luna llena, cuando escribiendo algo sobre su día de trabajo, levantó la vista ante un ruido que la distrajo por un momento,  lo vio enfrente de su casa. Un terreno baldío hasta hace poco. Tarimas y carteles publicitarios ahora. Una figura se separaba del resto del estampado. Una sombra, no pertenecía a los objetos durmientes de esa construcción. Era un hombre.
Parado. Inmóvil. Mirándola fijo.
Ella suspiro. Su corazón latía con mucha fuerza. No podía moverse. Algo en su interior se lo impedía. Quédate quieta. No te muevas, se dijo. ¿Quien sos? Lo sintió tan cerca que hasta la más mínima brisa representaba su aliento soplando detrás de su cuello. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Se preguntó que podía estar haciendo un hombre parado en un andamio a esas horas. Lo observo detenidamente, lo poco que podía, ya que con la escasa luz de la construcción dolo veía su silueta. Por momentos parecía balancearse de atrás hacia adelante, a un ritmo constante. Después se detuvo, y se apoyo sobre una madera que ejercía el trabajo de columna. Así estuvo un rato largo, mirando fijamente hacia la terraza de Valeria. Después se sentó de cuclillas y alzó la cabeza al cielo. Valeria lo seguía observándo, se pregunto cuánto tiempo hacia que la observaba a la noche sin que ella se diera cuenta. Encendió otro cigarrillo, sin perder de vista al intruso de enfrente. 
En ese momento el agacho la cabeza y Valeria pudo sentir sus ojos clavados en los de ella. La estaba mirando fijo a los ojos. Sin moverse. Su respiración volvió a incrementarse en ritmo. Estaba sudando.
Parpadeó. Él ya no estaba.


                                                               ...Continuará…













viernes, 26 de noviembre de 2010

Para ti. Soledad

Te escribo a ti. Soledad.

Sol, solcito, solazo, soledad, Soledad.
Te recuerdo tal cual. Tan elocuente, eludiendo a la muerte, cruzando el puente del olvido social. Sin ti no soy nada. Contigo soy solo. Te necesito para necesitar. Te necesito para descifrar, hacer el acertijo acertado. A algunos les cuesta aceptarte. Yo he sido uno de ellos.
                                                                                 Ya no.
Pero ahora no te tengo. Y es difícil entender a quien está conmigo también. Estoy mirando una ventana, con pirañas, atrapadas, intentan devorar al que quiera cruzar. Para ti es fácil. Te has desvanecido, nunca has sido, pero prefiero sentirlo.
                                                                                  Deseo sentirte.
Ya sé que solo crees que es un capricho, pero estoy caminando por el borde de un rio, una piña cae al piso, y me pincho porque un carpincho pasó y me distraje. Y me hincho. Y la roncha.
                                                             ¿Ves lo que sucede no estando tú aquí?

Ahora que no estoy contigo, que estoy con ella. Se terminó el ejercicio de olvidar. Un ejército hegemónico de preguntas se dirige hacia mí, y me ejercito para responder. Pero el miedo se apodera. Y en una pradera me dice que tenga cuidado. Que los pastos pueden crecer. Que si luego sólo quedo otra vez, ya no te veré entre los yuyos largos. ¿Me costará encontrarte?

Me costará encontrarte, cortante es la sensación en mi corazón. En monzón la pradera se convirtió. Ahora vuelo con él.      
                                                                                    Soy él.
Observo el terreno, terror de nuevo. Te reto a volver soledad.
                                                                                                              

                                                                                  Te reto a volver.




domingo, 3 de octubre de 2010

El Fin

El Cielo teñido de rojo. Nunca volverá a ser celeste. Nubes negras.
Todas negras.
Sus manos apoyadas en las rodillas. Sentado en un banco en el parque. A su lado, el amor de su vida. No se lo ha dicho. Nunca lo sabrá. Si antes era difícil, ahora es imposible.
El mundo cambió. Los mensajeros lo anunciaron.
Con tiempo fueron prevenidos, pero nadie creyó. Demasiado irreal para ser cierto.
Cierto al fin.

Mas mensajeros llegaron meses atrás. La gente comenzó a entender. Era tarde ya. El mundo, zona de guerra.

Miles de años atrás, hubo una guerra similar. La disputa: quien poblaría la tierra con su creación. Durante esta guerra, se extinguieron muchas criaturas que ya habitaban el planeta. Ingenuos. Nunca entendieron que pasaba.
El que ganó. El creador. Por muchos años se regocijo con sus hijos. Perfectos.
Pero tiempo después, quien fue su rival principal en la discordia, invadido por la envidia, logro tomar posesión de algunos de ellos.  Consiguió corromper al hombre. Y ya no fueron tan perfectos.

Por miles de años lucharon el bien y el mal. Pero ahora, Dios se ha cansado. Ya no quiere pelear más. Liberó al mundo de su posesión. Y la discordia comenzó nuevamente. Quien sería el nuevo encargado. ¿Debería poblar nuevamente la tierra? ¿Debería eliminar los rezagos de la perversión?
Como todo tiempo de cambio o transición, nadie tiene el control total. Nadie está controlando.  Los días y las noches no son regulares. Los días duran semanas. Las noches meses. Las horas no son medibles. El cambio climático es aun más drástico. Y yo atrapado aquí. Esperando que los demás hagan algo. Nada pueden hacer. ¿En qué estoy pensando? En ella, por supuesto.

-¿Moriremos todos?- Le dijo Graciela a Julio.
-No lo sé. Todo es incierto ahora.
-Abrázame.
El levantó las manos de las rodillas lentamente. No quería abrazarla. Abrazarla lo hacía sentir bien. Pero deseaba más. Mucho más.
La abrazó. Sintió un alivio. Todo encajaba.
-¿Por qué hacen esto? ¿Por qué nos torturan así?
-Soy lo que tú vés. Nada más.
-¿Te seguiré viendo?
-No lo sé.
-Puedes quedarte si quieres.
-No debo.

Sabía que moriría. Pero no podía hablarle. No podía decirle que la amaba. Que moriría. Que el mundo moriría. La solté. Ella me miró.

-No puedo. Lo siento- le dijo.
-¿Qué sucede?
Negó con la cabeza.
-Es más fuerte que yo. No quiero verte sufrir.

Sabía como iba a terminar todo. Ella moriría. Ella dejaría de existir. Nada podía hacer. Las órdenes estaban dadas. ¿Debería decirle? La haría sentir peor. Me haría sentir peor. La guerra había comenzado, y los humanos pasaran a ser historia.

Se levantó.
-Lo siento mucho. No quiero verte sufrir. No voy a verte más. Me iré.
Ella se quedó mirándolo. Mucho no entendía.
Dio unos pasos alejándose de ella. Luego se volteó. Sacó de su bolsillo un arma.
-Te amo. Lo siento mucho. Te amo.
Le disparó. Ella cayó al suelo sin vida.

No podía hacer otra cosa. Hoy es el día del fin. La muerte la encontraría de cualquier manera. Pero mucho más dolorosa. Su alma seria arrancada de a poco. Hice lo que debía. Le impedí sufrir. Ahora debo irme. Me espera trabajo por hacer.

Se elevó en los aires. Desapareció. Debía seguir con sus deberes de mensajero.

sábado, 11 de septiembre de 2010

"JULITA" (6ta parte) Ultimo capitulo -Epilogo-



Ana maría atendió el teléfono. Esperaba este llamado desde que Héctor y los asistentes sociales se fueron. Habría querido ir al hospital, pero tenía que cuidar a Julieta, ella no podía quedarse sola. Ya era tarde para ir. El médico de cabecera de Adriana le prometió que la llamaría si había novedades. Y nadie más que él podría llamar pensó ella. Así que aquí estarían las novedades.
Escuchó con atención con el teléfono pegado al oído. Su respiración comenzó a hacerse más rápida, casi como un gemido. El corazón le latía a mil revoluciones por minuto. Agachó la cabeza.
En ese momento Julita salió de su habitación y la miró fijo. Ana maría levantó la cabeza, dirigiéndose a Julita, pero con la mirada perdida. De pronto sus manos empezaron a temblar. El teléfono se deslizó por ellas hasta caer. El sonido del audífono chocando con el piso sonó como un estruendo en los oídos de la abuela de Julita. Todo daba vueltas, todo se desvanecía. Este era el fin. Ya nada tenía sentido ahora. Por su mente pasaron miles de imágenes. Como fotos, superponiéndose, cada una de ellas tratando de decir algo, cada una de ellas tapando a la otra diciendo que eran mejores. Se vio con su hija cuando esta aun era pequeña, jugando en la plaza. Se vio con su hija el día que dio a luz a su primera nieta. El día que supo que nada sería igual, que nada sería fácil. Se vio con su hija cuando apareció el papa de Julita, cuando apareció Valentino. Cuando las cosas emporaron aun más para todos. Cuando tuvieron que cambiar de medicación. Cuando la medicación se volvió insuficiente. Cuando quisieron llevarla a un centro residencial y su hija no quiso.
Todo daba vueltas en su cabeza.  Ahora miró a su nieta parada ahí, esperando la noticia. No pudo mirarla más. Se dio vuelta. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Sabía que no pararían. Su angustia era muy fuerte.
Una furia comenzaba a remplazar a la angustia. Aunque el dolor seguía estando allí. Y nunca se iría. Una furia contra la vida. Contra Héctor, contra Julieta. Juntos destruyeron la vida de su hija. Recordó cuando Héctor,  el Psiquiatra personal de Julieta, sugirió llevarla a un centro de salud mental, con residencia permanente. Pero Adriana no quiso. Adriana prefirió que este con ella. No le interesaba su condición. Ella estaba segura que con la medicación todo iba a resultar.
Pero cada vez empeoro más. Y Héctor tuvo que visitarla más seguido a Julieta para analizarla.  Pobrecita. Con la medicación toda su vida. Con 24 años, creyéndose de 9. Con un padre y un hermano que no existen.
 A su mente volvió el recuerdo de hace unos días cuando llegó a la casa de su hija a la mañana para saber cómo seguía Julita, el día anterior había estado Héctor para hablar con ella de cómo evolucionaba la nueva medicación. Cuando golpeo la puerta y nadie atendía, sacó la llave que su hija le dio para emergencias y abrió la puerta. Cuando entró vio a su hija tirada en el piso, ensangrentada. Y a su nieta al lado de ella dormida, desmayada.

-¿Qué pasa abuela? ¿Quién era?
-Nada querida- seguía dándole la espalda a Julieta. Las lagrimas sin detenerse.
-¿Qué pasó con mama? Estas llorando. Es por algo. ¿¡Que le paso a mi mama!? ¡CONTESTAME!
-Tranquila mi amor.
-¡Tranquila nada! ¡Tranquilo nada! ¿¡Qué le pasó a mi mujer!? ¡Vieja perra! Siempre ocultándome cosas. ¿¡Donde esta mi mujer y mi hijo!?
Julieta empezaba a respirar con mucha fuerza. Su abuela seguía dándole la espalda. No podía ni mirarla. No paraba de llorar, ahora con más intensidad. Sentía que su corazón iba a salirse de su cuerpo. No podía soportar más esta situación. Se dio vuelta. Buscó a Julita con la mirada empapada, pero no estaba.
-¿Julita?
-Ya voy abue. Quiero mostrarte algo. Quedáte ahí- su voz era angelical, como si nada hubiera pasado.
¿Los últimos minutos se habían borrado de su mente? Pensó la abuela.
Unos segundos después, Julieta apareció. La mano derecha la tenia escondida entre la remera que tenia puesta. Se acerco a su abuela lentamente. Observando cada centímetro de su cuerpo mientras caminaba hacia ella. Cuando estuvo muy cerca de ella, la miró directamente a los ojos.
-Te quiero mucho abue.
-Yo también mi amor- un espasmo surgió de su vientre. La angustia la dominaba. Casi no podía moverse.
-Pero yo no. Destruiste mi familia. Siempre estuviste en mi contra. Al Igual que ese tipo. Tratándome de alejarme de mis hijos y de mi mujer.
Sacó su mano de la remera. Y apuñalo a su abuela con el cuchillo que escondía. Una, dos, tres veces.
La mujer se desplomo en el piso. Sangrando. Trató de hablar. De su boca salía sangre. Julita soltó el cuchillo lleno de sangre. Miró a su abuela tirada en el piso, agonizando. Cayó de rodillas junto a ella. La abrazo con fuerza y la meció como una madre a su bebé. 
-¿Abuela que pasó?- continuaba meciendo el cuerpo, ya inerte de su abuela- te quiero abuelita, te quiero mucho.


...fin...

jueves, 9 de septiembre de 2010

"Julita" (5ta parte) -Los asistentes sociales- (penultimo capitulo)

Querido diario. Hola, soy yo. Julita. Hoy pasaron un par de cosas raras que mucho no entendí. Vino a visitarme un señor y una señora que se hacían llamar asistentes sociales. Estaba Héctor con ellos. No me dijeron eso. Yo los escuche hablar con la abuela antes de que me los presentara. Hablamos de un par de cosas. Me hicieron muchas preguntas. Héctor también. También tuve un sueño horrible anoche. Pero cuando me levante todo se me paso. Bueno mejor empiezo por el principio porque si no te cuento todo de golpe y vos tampoco entandes nada.

Te cuento que anoche soñé algo muy raro. Estaba en mi habitación durmiendo, y me despertaba porque tenía sed. El vaso de agua que mi mama me pone todas las noches en mi mesa de luz no estaba. Porque mi mama estaba descansando y no se acordó. Y mi abuela no sabía, yo me olvidé de decirle que mi mama me pone un vaso de agua para que no tenga que levantarme cuando me da sed. Entonces iba a ir a la cocina a servirme agua. Pero la puerta estaba cerrada del lado de afuera con llave. No podía salir. Empecé a gritar para que me abran, pero parecía que nadie me escuchaba, porque no venían. Me empezaba a poner nerviosa y golpeaba la puerta con los puños cerrados. Sin dejar de gritar.
-¡Abran la puerta! ¡Quiero salir! ¡Quiero salir! ¡El está aquí! ¡Va a matarme! 
De repente me di vuelta. Sentado en mi cama había un señor. Me miraba con cara de enojado. Yo empezaba a transpirar. Tenía mucho miedo. Las paredes no eran las de mi habitación. Eran blancas. Con manchas de humedad. Y caía sangre que brotaba de las esquinas del techo. Era espesa y caía muy despacio, como deslizándose a su gusto por la blanca pared. 
Eso me ponía aún más nerviosa todavía.
El hombre que estaba en mi cama se levantaba lentamente. Yo apoyada sobre la puerta, empujando fuerte, deseando que se abriera mágicamente para poder escapar. El hombre seguía acercándose, pero no pudo llegar a mí, ya que una mujer muy parecida a mí, pero más grande, apareció de la nada. Lo golpeó muy fuerte y este cayó al suelo. Un estruendo recorrió toda la habitación. Retumbaban mis oídos. Pero ahora mi mama estaba tirada en el piso. La cara con sangre. Su mano sobre la cabeza. Gimiendo de dolor.
De repente se abrió la puerta. Me empujó. Yo me apure a salir pero mi abuela entro y la cerro detrás de ella sin dejarme salir. 
-¡Julita que hiciste!- gritaba como loca sentada junto a mama.
-Nada abuela. El hombre malo. La nena grande. Mama. No entiendo nada.
La abuela lloraba junto al cuerpo de mama. Seguía cayendo sangre por la cabeza y recorría su cara desde la frente hasta los labios. 
Todo empezaba a nublarse. No veía bien. La abuela se desvanecía junto a mama. Yo sentía que me jalaban de la ropa hacia atrás. Una sensación como de caída me llegó al corazón.
Me desperté jadeando. Transpirando. Fue horrible. Nunca había tenido un sueño así. Parecía tan real. 

Como ya era de día. Me levante de un salto. Fui hacia la habitación de mama. Estaba la abuela recostada sobre la cama de mama. Me había olvidado que seguía en el hospital. La abuela me miró fijo a los ojos. Estaba llorando.

-Buen día Julita- me dijo, secándose las lagrimas de la cara.
-Buen día abue. Tuve un sueño horrible. ¿Puedo abrazarte fuerte?

Me miró como dudando por un momento. Pero luego asintió con la cabeza y extendió los brazos en señal de abrazo. La abrace con fuerza durante un rato.
Después me preparó el desayuno y vimos la tele juntas. Durante la mañana no hice muchas cosas. Seguí mirando la tele en la pieza. Y la abuela estuvo hablando por teléfono casi todo el tiempo. Escuche un par de cosas que dijo. Pero no me di cuenta con quien hablaba.

-No podemos seguir así. Ya tratamos de todo. Nada da resultado. Esta vez se excedió demasiado. Yo no creo que pueda seguir con esto. Ni mi hija ni yo…. Todavía no sé. Está mal. No le quieren dar el alta…. Es que, nunca se sabe que va a pasar. La medicina parece no hacer resultado. Por momentos está bien, y de repente sin darnos cuenta todo se vuelve un caos. Como lo que pasó ahora…. Está bien, los espero.
Le pregunté después con quien había hablado y me dijo que estaba hablando con el doctor. Que mama está estable y que seguramente muy pronto vuelve a casa. Yo sabía que no era así. Porque la había escuchado hablando por teléfono. Pero no le dije nada porque si no me iba a retar por escuchar a través de la puerta.
Después de comer, casi a la hora de la merienda sonó el timbre. La abuela atendió.
Entraron en la casa dos señores y una señorita. Uno de los señores era Héctor. A los otros dos no los conocía. Héctor y el señor estaban vestidos de traje y corbata. Héctor  usaba uno de color azul, con camisa blanca y corbata azul también. El otro señor un traje negro, con camisa y corbata oscuras. La señorita tenía puesto una pollera re linda y una blusa blanca. El cabello recogido. Muy elegante.
Yo estaba sentada en el sillón. Me levanté y me dirigí hacia donde estaban ellos.

-¡Héctor! ¡Te extrañe un montón! Abuela el es Héctor. Mi amigo. ¡El señor que se queda con migo a la salida del colegio!-  La abuela me miró y asintió con la cabeza. Luego extendió la mano dirigiéndose al señor y a la señora que venían con Héctor. Miró a Héctor como esperando algún tipo de aprobación.
-Yo los presento- dijo Héctor mirando a la abuela- Julita, el señor se llama Carlos y la señorita se llama Delia. Vienen con migo para hacerte unas preguntas. No te asustes. Es algo normal por lo que le paso a tu mama ¿sabes?
-Sí. Entiendo.
La abuela los invitó a sentarse en los sillones y se fue a la cocina a preparar café.
-Bueno. ¿Por qué no empiezas contándonos que fue lo que paso el otro día cuando tu mama se lastimo?- Héctor miro al señor y a la señorita. Luego me miró a mí y me hiso una mueca con la cara invitándome a hablar.
Le conté todo lo que pasó ese día que él había venido a casa a charlar con mi mama. Y todo lo que pasó cuando se fue y llego papa. Casi con los mismos detalles que cuando te lo conté a vos. Mientras hablaba, la señorita Delia, escribía en un cuaderno. Muy rápido. Parecía que escribía todo lo que yo decía. Mientras contaba la historia el otro señor me interrumpía para preguntarme algunas cosas.
-¿Y tu padre estaba en la casa? ¿Cuándo llegó? ¿Lo ves muy seguido, o aparece muy de vez en cuando? ¿Y quién mas estaba en la casa? ¿Con quién vivís?

Yo le respondí todas las preguntas, aunque me parecieron un poco tontas. Yo vivo con mama, papa y Valentino. La abuela a veces me cuida cuando papa no puede. Después me preguntó cómo me llamaba, cuantos años tenía. A lo cual la señorita levantó la cabeza y  miró a Héctor, quien cerró los ojos y movió la cabeza, siguió anotando en el cuaderno.
A veces Héctor interrumpía al señor en algunas de las preguntas. Movía la cabeza en signo de negación y el señor cambiaba la manera de hacerme la pregunta, o directamente me preguntaba otra cosa. La abuela estaba apoyada sobre la pared, en la arcada que divide la cocina del living. Por momentos se tapaba la cabeza con las manos y la movía de un lado al otro. Siguieron haciendo preguntas sobre mi papa, y de cómo nos trataba. Y a que se dedicaba.
Después me dieron las gracias por haberme portado bien y haber respondido todas las preguntas, y me pidieron si los dejaba un segundo hablar con mi abuela. Yo me fui a mi cuarto. Traté de escuchar algo atreves de la puerta. Pero escuche muy poco.

-Muchas gracias señora por todo. Sebemos que esto es muy difícil para usted. Vamos a estudiar el caso, pero viendo las circunstancias en las que vive su hija y su nieta, lo mejor va a ser un centro de cuidados especiales. Igualmente no nos apresuremos. Vamos a ver como evoluciona su hija y ella podrá decidir también que hacer. Pero estará usted de acuerdo en que no pueden vivir de esta manera. Es muy peligroso para las dos. Y no lo tome a mal, pero usted ya esta grande para protegerlas.

Cuando se fueron. Me quede escuchando. La abuela se había quedado sollozando. Yo entendía lo que pasaba. Pero no quise decirle nada. Ya estaba muy mal por lo de mama. No tenía que ir con mis inquietudes. Seguramente esos señores eran asistentes sociales. Y me quieren llevar a mí y a Valentino. Por eso me hacían preguntas sobre papa. Porque el otro día cuando mama se lastimo. Seguro fue él el que la lastimó. Y se llevó a Valentino con el después. Pero no estoy mal. Porque mama se va a reponer, y va a salir todo bien. Papa se va a poner bien también. Se va a dejar de enojar, va a traer a Valentino y vamos a vivir todos bien como antes.

Bueno, eso es lo que pasó hoy. Ahora te dejo que me parece que suena el teléfono y deben ser noticias de mi mama, porque la abuela estuvo prendida al teléfono toda la tarde desde que se fueron Héctor y sus amigos.


 ...continuara... ?

martes, 31 de agosto de 2010

"Julita" (4ta parte) -El hospital-

Querido diario. Hola, soy julita. Tengo muchas cosas para contarte. No todas son cosas lindas. Anoche paso algo muy feo y hoy estamos en el hospital.
Anoche mucho después que Héctor  se haya ido llegó mi papa. Yo estaba en la habitación leyendo mi libro de la naturaleza. Tenía muchas fotos lindas de animales y plantas.  Escuche que había venido papa pero no salí de la habitación para saludarlo, porque es tarde ya, y se suponía que ya tenía que estar dormida. Después empecé a escuchar que discutían. Papa tenía la voz ronca. Hablaba muy fuerte. Se notaba enojado por algo.
Empecé a prestar más atención. Quería saber porque se estaban peleando. Me acerque un poco más a la puerta así escuchaba un poco más de cerca.
-Te digo que no paso nada. Solo es un amigo- decía mama.
-Un amigo, si claro. ¿Vos que pensarías si llegas a tu casa y  encuentras la ropa de alguien más? No soy estúpido. ¿Qué hacia acá?
-Te estoy diciendo que nada. Solo una cosa del trabajo. Teníamos que hacer un informe. No nos quedó tiempo en la oficina.
-No te creo nada. Me tienes cansado con estas cosas.
-¿Yo te tengo cansado? Vos llegas a la hora que se te canta y yo te tengo cansado a vos.
-¿Por qué estabas sola con él? ¿Por qué no le dijiste a julita que se quede con ustedes?
-¿De qué estás hablando?
-Sabes muy bien de que te estoy hablando
-No te entiendo. Ya no puedo más con esto. Estoy tan cansada. Ya no da para más - mama empezaba a cambiar su voz. Creo que estaba por llorar.
-¿Estas cansada? ¡Yo estoy cansada! No te soporto más.
Mama estaba gritando. Después se escucho un golpe fuerte y dejo de gritar. Yo me metí rápido en la cama y me hice la dormida. Estaba muy asustada. No entendía nada de lo que estaba pasando. Era todo muy raro.
 Después me puse muy mal. Yo también estaba cansada de estas cosas. Nadie me tenía en cuenta. Nadie se preocupa por Julita. Agarre la almohada. Tenía ganas de romper cosas. La sacudí. La tire al piso y después empecé a pegarle. No me gustaba hacer esas cosas pero se sentía muy bien. Yo también empecé a gritar después.
Valentino empezó a gritar. Ya no soportaba el dolor de cabeza. Me estaba estallando. Estaba temblando tirada en el piso junto a la almohada. Las lágrimas me caían de la cara. No podía creer que después de semejante griterío ni papa ni mama entraran en la habitación para ver como estaba.

Cuando me desperté estaba acostada en un banco. Con la cabeza apoyada en las piernas de la abuela. Me levanté. Estábamos en un pasillo grande. Todo pintado de blanco. La gente iba i venia. No había mucha pero la que estaba pasaba rápido. Parecían estar muy ocupados. Se sentía un olor raro también. Como metálico.
-¿Donde estamos abue?- le pregunté. Ella estaba despierta. Pero tenía cara de enojada.
-En el hospital. Tu mama está siendo atendida.
-¿Por qué? ¿Qué le pasó?
-¿No recuerdas lo que pasó anoche en tu casa?
-No. Solo que mama y papa discutieron.
-Ya veo-  Su cara cambio un poco. De parecer estar enojada ahora parecía triste. Me miraba como si fuera un extraño. Me pregunté qué tan mal estaría mama para que la abuela se preocupara tanto.- Tu mama tuvo un accidente aparentemente. Esta internada para ver si se mejora. El médico la está cuidando ahora.
-¿Pero va a estar bien? Tengo miedo abue ahora.
-Va a estar bien mi amor. No te preocupes- No pudo terminar de decir eso y se largo a llorar. Se levantó.-Perdón mi amor, perdón. Ahora vengo no te muevas de acá- Se tapaba la cara con ambas manos. Se dirigió un poco más allá del pasillo. Todavía podía verla. Se recostó sobre la pared y seguía con la cara tapada con las manos.
El pasillo comenzaba a llenarse con más gente. Pasaba inmersa en sus propias preocupaciones. De vez en cuando alguno se quedaba mirándome como si me conociera. O como si tuviera algo raro en mi cara. Al principio me pareció divertido, pero después no me gustó nada. Cada uno que pasaba me miraba de arriba abajo. Me pregunté en donde estaría mi papa. Debería estar muy preocupado. Seguramente estaba con Valentino. El era muy chiquito para venir a un hospital. Hasta yo, que soy más grande que él, me siento un poco extraña en este lugar.
Pasó una mujer con delantal rosa y me sonrió. Cuando llego a donde estaba la abuela parada se quedó hablando con ella unos momentos. Después la mujer del delantal rosa saco su teléfono celular y llamó a alguien. Hablo por unos minutos. Se despidió de la abuela y siguió su camino. Un doctor que venía caminando se detuvo en donde estaba la abuela y se quedó hablando con ella también. Era alto con el pelo cortito, tenía un delantal blanco hasta la rodilla, y le colgaba del cuello un aparato de doctores. Cuando termino de hablar la abuela vino hacia mí.
-Tengo buenas noticias julita. Tu mama está bien. Quizá hoy ya puede volver a casa, pero todavía no es seguro. Si se tiene que quedar acá otra noche te quedas en casa con la abuela. Y mañana la venimos a visitar.
-¡Qué bueno abue! ¿Y la puedo ir a saludar a mama ahora?
-Todavía no mi amor. Esta durmiendo. Tenemos que dejarla descansar. Los médicos la están cuidando muy bien.
-Estoy aburrida abue. No sé qué hacer.
-Ahora en un ratito te llevo a casa y tomamos la merienda.
-Bueno.
Le sonó el celular a la abuela. Lo saco de la cartera y lo miró. Era un mensaje porque no contestó. Se quedo un segundo leyendo y luego lo volvió a poner en la cartera.
-Ahora vengo julita. Voy a comprar un alfajor y un té. ¿Te traigo algo para comer antes de que vayamos a casa?
-Sí, un alfajor quiero abue.
-Bueno, ahora vengo. Quédate acá. No te muevas.
Justo cuando estaba llegando al final del pasillo y doblo para el lado de la escalera apareció Héctor.  Se dirigió hacia mí y se sentó al lado mío en el banco.
-Hola julita
-Hola Héctor. Qué lindo verte. ¿Qué haces acá?
-Pasaba por acá. Contáme Julita. ¿Qué pasó anoche? ¿Sabés por qué estas en el hospital?
-Mi mama tuvo un accidente en casa mientras dormía. Creo que se cayó o algo.
-¿No te acordas lo que pasó anoche?
-No. Solo que mama y papa pelearon un poco. Pero después me quede dormida me parece. Porque no recuerdo más nada. Me desperté acá junto a la abuela.
-¿Hay alguien más acá con nosotros?
-Mi abuela. Pero se fue a comprar dulces.
-¿Te acordas que día es hoy?
-Sí. Domingo. ¿Porque me estás haciendo todas esas preguntas? No entiendo.
-Nada julita. No te preocupes. Cosas mías. Me alegra a verte visto hoy. Seguramente te veré mañana o pasado a la salida del colegio. ¿Qué te parece?
-Quédate un rato más. Ahora viene la abuela.
-No puedo. Tengo cosas que hacer. Otro día me quedo.
Me dio un beso en la mejilla y se fue. Entonces te saqué de mi mochila y empecé a escribir. La abuela no viene más. Está tardando mucho. Tengo muchas ganas de ver a mama. Pero la abuela dice que todavía no puedo porque está durmiendo.  Cada vez que aparece Héctor estoy sola. Así claro que van a pensar que tengo un amigo invisible. Pero yo sé que no lo es.

Ahí viene la abuela. Chau diario hasta la próxima.

.....continuará.....

martes, 24 de agosto de 2010

"Julita" (3ra parte) - Mama y Hector-

Querido diario, hola, soy yo, Julita. Hoy te escribo para contarte que al final mi amigo Héctor conoció a mi mama.
El me había dicho que no quería conocerla, pero parece que después quiso, porque hoy a la tarde estuvo en casa.
Todo empezó a la salida del colegio, al mediodía. Mama me paso a buscar. Tarde, como siempre.
Para colmo me re aburrí porque Héctor no había venido a charlar con migo.
No es que todos los días viene, últimamente venia cada dos días más o menos.
Pero estos últimos días no vino ninguna vez. Capas que está ocupado.
No lo sé.

-Hola mi amor. ¿Cómo te fue hoy en el cole?- me preguntó mama cuando llego a buscarme. Ya eran casi las dos y media.
-Bien. ¿Por qué tardaste tanto? Me re aburrí acá sola. Hoy no vino Héctor.
-Llegue tarde porque te iba a venir a buscar tu abuela. Pero a último momento me llamo diciéndome que no puede cuidarte. Así que te quedas con migo. Y no existe el tal Héctor. Deja de inventarte gente.
-¿Por qué nos iba a cuidar la abuela hoy?- yo estaba atrasándome porque mi mama caminaba cada vez más rápido.
-Porque sí. Tengo cosas que hacer.
-Tengo hambre.
-Camina más rápido entonces. Ya casi llegamos. Ahora te preparo algo.

Cuando llegamos a casa me preparó unos fideos con manteca. Estaban medio duros, pero no le dije nada porque no le gusta que le critiquen la comida. Solo papá lo hace. Después mama me mando a dormir la siesta. Yo odio dormir la siesta. Pero me encerró en la pieza y me dijo que me duerma. Valentino no estaba en casa porque tenía una excursión con el cole y llegaba re tarde. Al final como estaba aburrida me acosté y me quede dormida. Cuando me desperté escuche voces en la cocina o el comedor. Golpee la puerta para que mama me abriera, porque tenía muchas ganas de hacer pis.
-Quiero ir al baño ma. Abrirme.
-Ya te abro, espera. Tardo unos minutos. Y volvió para abrir la puerta.-Andá al baño y volvé a la pieza, que estoy muy ocupada y no quiero que me interrumpan.

El baño esta justo al lado de la puerta de mi pieza. Hay como un pasillo. Enfrente de mi habitación está la de mama y papa. Y a la izquierda está el baño. A la derecha está el living comedor y la cocina separados por unas casi paredes. Mama dice que se llaman arcadas. Cuando salí para el baño mire de reojo para ver quien estaba en el living. Y ¿a que no sabes quién era? HECTOR! ¡Héctor estaba en mi casa hablando con mi mama! No lo podía creer apenas lo vi. Pensé que era un espejismo o algo así. Pensé que todavía seguía dormida y que me lo estaba imaginando todo. Entonces me pellizque el brazo y me dolió. Entonces era verdad. Estaba sentado en uno de los sillones del living. Estaba solo, mama seguramente había ido a la cocina. Al principio no me vio. Así que le hice señas desde el pasillo de las habitaciones. Movió un poquito la cabeza y entonces me reconoció. Yo pensé que se iba a levantar a saludarme. Pero se quedó mudo y blanco como una hoja de papel. Estaba inmóvil ahí sentado. Me miraba como si yo fuera un fantasma o algo así. Era re raro. Porque el siempre era re bueno con migo. Siempre me saludaba con un beso y un abrazo de oso. Me acerque para saludarlo. Pero antes de que me pudiera acercar mucho más me detuvo haciendo una señal de negación con la cabeza.

-No deberías estar acá Julita. Volvé a tu habitación.
-No entiendo Héctor. Me dijiste que no querías conocer a mi mama. ¿Que haces en mi casa? No me contesto inmediatamente. Se tomo un rato para pensar que decirme. Como si estuviera inventando una escusa. Seguramente había venido a hablar con mi mama para decirle que no me iba a llevar a jugar con su hija. Me sentí tan furiosa en ese momento porque no había venido a visitarme a la salida del colegio por un montón de días. Ya hora estaba en mi casa y ni siquiera me quiso saludar.
-¿Esa es tu mama? No sabía. Es una buena noticia. Porque somos compañeros del trabajo. Quiere decir que ya nos conocemos julita. Ahora le voy a contar sobre mi hija. A ver si te deja ir a jugar con ella. ¿Qué te parece?
-¡Me parece genial! ¡Y yo que pensé que le venias a decir que no me ibas a llevar!
-bueno, ahora volvé a tu cuanto. Que tu mama y yo estamos ocupados con algo del trabajo. No la hagas enojar. Otro dia de estos paso a saludarte a la salida del cole.
-Chau Hector.

Fui al baño y después volvi a mi habitación. Ya era un poco tarde y seguían hablando. Algunas veces distinguí mi nombre. Me pregunté que estarían hablando de mí. Y por qué al enterarse de que era yo era la hija de mi mama no me dijo que me quedara para hablar los tres. Ya sé que estaban hablando de cosas del trabajo pero después podíamos tomar la leche todos juntos. Más tarde se abrió la puerta y entro Valentino. Ni me saludo y se puso a jugar con los autitos.


...continuara...

martes, 10 de agosto de 2010

"Julita (2da parte) -El amigo invisible-


Querido diario, hola, soy yo, Julieta. Esta es la segunda vez que te escribo, espero que no te hayas aburrido, porque tarde en volver a hablarte. Hoy quiero contarte que mi mama se cree que tengo un amigo invisible. Eso es re de nena chiquita, y yo ya soy grande. Mi amigo se llama Héctor, es un señor grande, que se queda charlando con migo cuando salgo del cole mientras espero a mi mama que me pase a buscar. Ella se cree que es invisible porque él se va antes de que ella llegue, y nunca lo pudo conocer. No me cree que se queda hablando con migo. Es muy bueno, siempre me trae algún regalito. Hoy por ejemplo me regalo un chupetín de esos que le metes el dedo adentro y salen por el otro lado. Re rico. El otro día me dijo que me iba a invitar a jugar a su casa, porque tiene una hija de la misma edad que yo, y que tiene un montonazo de juguetes, y que no tiene a nadie con quien compartirlo porque es hija única. Me dio lastima, pobre. Yo tengo a Valentino, aunque me hace enojar casi siempre. Pero siempre jugamos juntos. Debe ser feo estar todo el día en casa sin nadie con quien jugar.

-¿De donde sacaste la plata para comprar eso?- me preguntó mama cuando llego a buscarme al cole. Yo estaba sentada sobre un banquito al lado del pasto de la entrada del colegio.
Eran como las dos de la tarde, yo salgo a la una del cole, y me quedo charlando con mis amigas hasta que se van con sus papas. Y después me siento en ese banquito hasta que llegue mama. Y casi todos los días viene Héctor a charlar con migo para que no me sienta sola, y se va un ratito antes de que llegue mama.
-Me lo regalo Héctor- le dije mientras trataba de limpiarme lo pegajoso que me había dejado el chupetín en los labios con la manga del guardapolvo.

-No te limpies con las mangas, que está limpio todavía, no te lo pienso lavar otra vez. ¿De nuevo con ese amigo invisible tuyo? Los amigos invisibles no compran chupetines. ¿Otra vez me agarraste plata del monedero antes de salir de casa? Te dije que no hagas eso. Aparte no es hora de chupetín, hay que almorzar- me agarro la mano, y me bajó del banquito. -Dale vamos que es re tarde.

-No es un amigo invisible mama, cuantas veces te lo tengo que decir. Es un señor que habla con migo mientras te espero. Es re bueno, me dijo que un día me va a llevar a jugar con su hija, que tiene mi edad.

- Si si claro. Bueno dale camina rápido que tengo que llegar a casa. Hoy te va a cuidar la abuela.

A mí me encanta cuando viene la abuela a casa. Porque a la tardecita se acuesta dormir la siesta y con Valentino podemos hacer lo que queremos, porque no se despierta por nada del mundo.

Hoy agarramos la harina que había en la alacena y jugamos a la masa. Me re divertí. En un momento Valentino agarro un poco de masa pegajosa y trato de pegármelo en el pelo. Pero no podía agarrarme y en un momento se cayó. Le quité la masa de la mano y se la pegue yo en el pelo a él. Estuvo como media hora debajo de la canilla del baño para que se le fuera. Igual no le quedo bien el pelo. Después miramos un rato los dibujitos y jugamos a los Power Ranger. Yo era la rosa y él era el azul. Como siempre, yo le gané. Después jugamos a la mancha, pero Valentino venia corriendo y se resbalo con un pedazo de masa que quedaba en el piso y se cayó. Empezó a gritar y la abuela se levantó. Cuando vio el lio que habíamos dejado se enojó y nos hizo limpiar todo. Yo estaba re enojada, todo por culpa de Valentino.

Bueno, pero te estaba contando de mi amigo Héctor. Hoy cuando me trajo el chupetín se quedo con migo un montón de tiempo. Porque mama no venia más.

-¿y te gusta jugar con muñecas?- me preguntó.
-No tengo muñecas- le dije- mama nunca me compro ninguna. No es que me re interesen tampoco.
-Mi nena tiene muchas muñecas. Cuando vengas a casa vas a poder jugar con ella. Se van a re divertir. ¿Cómo te fue en el cole hoy?
-Bien, estamos aprendiendo a hacer cuentas. Es un poco difícil para los demás chicos. Pero yo hice todo rápido y me puso un muy bien diez.
-¡Qué bueno!  Aparte de la nena más linda del colegio, parece que sos la más inteligente también.
-¡No soy la nena más linda del colegio! Y tampoco la más inteligente- me había hecho sonrojar-Hay otras cosas que me re cuestan.  Como dibujo.
-Yo te puedo ayudar con dibujo, me encanta dibujar. Ahora me tengo que ir, ya se me hizo tarde.
-No, esperá. Que ya está por llegar mi mama. Así la conoces. Ella se cree que sos un amigo invisible.
-No no puedo. Me tengo que ir Julita. Y a tu mama no le digas lo que hablamos nosotros. Porque si no se va a pensar que estás loca por tener amigos invisibles. Por las dudas no le digas nada. No hace falta que la conozca, porque yo soy amigo tuyo, no de ella. ¿Somos amigos o no somos amigos?
-Somos amigos.
-¿Y qué te dije la otra vez?
-Que no le diga nada a mama- agache la cabeza.
-Entonces no le digas nada. Yo te dije que no iba a entender. Mira lo que pasó. Le dijiste algo y ahora se cree que estás loca.
-Está bien, no le voy a decir más nada. Pero quédate un ratito mas, así la conoces dale. Porfi.
- Ya te dije que no, estoy muy apurado. Otro día acordarte que vamos a que conozcas a mi nena así pueden jugar juntas. Pero no le digas nada a tu mama todavía porque no sé cuando voy a poder. El mismo día te aviso cuando salís del cole.

Después se fue. Y al ratito llegó mama.



                                                           …. Continuará…….